jueves, 30 de enero de 2014

Desde las puertas de La Sorpresa V

Al paso de los pelados

Una fría mañana de invierno, el General Francisco Villa camina por en medio de la avenida más famosa de la Ciudad de México. Va en compañía de los generales Felipe Ángeles, Rodolfo Fierro Fierro e Isabel Robles, y seguido por una pequeña escolta de soldados de la División del Norte, de una banda militar y de decenas de curiosos que se le han ido sumando, y otros que aplauden a su paso. Va a develar una placa que cambia la nomenclatura de una calle conocida por tres nombres: Plateros-La Profesa-San Francisco, por la del Apóstol de la Democracia: Francisco I. Madero.
Desde la muerte del presidente mártir en febrero del año anterior hasta este martes luminoso de diciembre, miles de mexicanos de distintos lugares del país y de diversas extracciones sociales han venido luchando por reivindicar lo que representa este hombre de frente abultada, ojos pardos y expresivos, piocha francesa y movimientos nerviosos que inspira confianza a primera vista. Aunque muchos de sus contemporáneos afirmaban conocerlo bien, ¿quién era en verdad Francisco I. Madero?